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El Pésame de la Viuda - Pedro Calderón de la Barca



La representación debe situarse sin duda en esta pieza que habitualmente servía de estancia a la mujer en el siglo XVII. Había un primer estrado, un segundo o de «cumplimiento» y un tercero o de «cariño», para visitas íntimas. Servían de asiento almohadas de terciopelo de damasco, pero a los visitantes se les ofrecían sillas forradas de ricas telas. La localización de este espacio es importante tanto para el desarrollo del argumento como, sobre todo, para la dinámica entre la vida social y la realidad de lo doméstico y privado. El hecho de que sea un estrado tiene, por tanto, una función a la vez temática y escenográfica. Este doble punto de vista, muy propio del teatro, lo encontramos también en Don Pegote y en La Rabia.